
La construcción de la temporoespacialidad en el niño con hiperactividad
Si buceamos en la etimología de la palabra atención, observamos que deriva del latín “attenderé” y significa “tender a algo”. En su misma raigambre etimológica se observa que no es un proceso estático, ya que el “tender a” lleva en sí mismo el motivo para y el motivo por qué.
La atención mantiene los sentidos y la mente pendientes de un estímulo durante cierto tiempo, a la vez que permite elegir y seleccionar las estrategias adecuadas para el objetivo que se quiere lograr. La motivación no es ajena a este proceso y permite la disposición para elegir determinadas estrategias y orientarlas de acuerdo al pensamiento y a las actividades volitivas, condicionando la capacidad cognitiva, y observándose una actitud eficiente o no, de resolución de problemas. Ya están supuestas en esta definición las tres menciones capitales de la conducta humana como totalidad: lo vital (sentidos), lo axiopsíquico (elección) y lo mental (cognoscente). Otras acepciones del término aluden a la atención como el “tener en cuenta”. En este tener en cuenta va de suyo el “cuidado”. Un cuidado que hace tanto a “sí mismo” como al mundo.